Las variaciones de temperaturas y desafíos en el recurso hídrico que trae consigo el cambio climático están redibujando el mapa agrícola mundial. Lo que una vez fue considerado alarmista, hoy es una realidad palpable en el continente, afectando significativamente la producción agropecuaria y las dinámicas comerciales de frutas, verduras y otros cultivos.
El año 2023 marcó un punto de inflexión en la historia de la agricultura. Las adversidades climáticas generaron una oportunidad única para la genética: la necesidad de crear cultivos más resilientes. Esta crisis ha abierto un nuevo capítulo en la relación con la tierra, uno lleno de posibilidades y desafíos.
Pero no todo está perdido. Cada desafío trae consigo una oportunidad, y es crucial ver estos cambios desde una perspectiva amplia. Recientemente, se visitó Nuevo Colón, un municipio de Boyacá, y lo que se encontró fue una revelación. Aquí, en esta tierra fértil, había un tesoro escondido, una variedad de frutas que nunca se había asociado con la historia frutícola de Colombia: manzanas, peras, duraznos, ciruelas, limones y algunas especies frutales nativas, todas con un potencial increíble.
Colombia, conocida por sus mangos, bananos, piñas, guayabas y papayas, está en el umbral de un nuevo amanecer. Se ha pensado y asumido que estas frutas, con las que se creció y que forman parte del patrimonio cultural del país, son las únicas que Colombia puede producir de manera competitiva a nivel internacional. Sin embargo, se está en un punto de cambio, a veces imperceptible para muchos productores, y es que, como se sostiene, la evolución de los recursos genéticos está abriendo las puertas a nuevas posibilidades. Frutas que requerían bajas temperaturas y que eran típicas del subtrópico ahora pueden florecer en Colombia gracias al cambio climático y a las innovaciones genéticas. Este es el momento para que Colombia se convierta en un productor internacional de frutales competitivos y únicos.
Colombia está al borde de un dulce despertar. Frutas como manzanas, ciruelas y peras que hasta ahora se importaban pueden ser producidas localmente, rivalizando en sabor y calidad con los grandes volúmenes de importación.
Este nuevo amanecer en el mundo frutícola no solo se trata de satisfacer las necesidades internas y estimular las regiones rurales, sino también de impulsar las exportaciones y crear una canasta agroexportadora robusta y generadora de valor en un mercado en constante crecimiento.
La oportunidad no reside únicamente en la cantidad, sino en la calidad y el valor nutricional diferencial que las condiciones climáticas de Colombia pueden aportar a estos cultivos. Al pensar en manzanas, peras o ciruelas, suele asumirse que no se pueden producir de manera competitiva en Colombia. A medida que la pasión por el mundo agrícola lleva a conocer más la ruralidad, se puede afirmar que hay una oportunidad dorada para Colombia en el mercado frutícola mundial.
Es hora de cambiar la percepción, conocer y reconocer el potencial que se esconde en las tierras colombianas. La historia de la producción frutícola de Colombia puede ser reescrita con nuevos capítulos llenos de sabor, color y promesa. La genética, el cambio climático y la pasión por la agricultura están convergiendo para crear una oportunidad única.
Colombia tiene una dulce vocación para crecer en el mercado frutícola mundial. No se trata únicamente de abastecer la necesidad interna o de impulsar las regiones rurales con el consumo de las frutas, sino de impulsar las exportaciones, crear valor y generar una canasta agroexportadora cada vez más fuerte, robusta y generadora de valor en un mercado en constante crecimiento. Se está al borde de un cambio significativo, donde cada fruta que crece en la tierra no solo nutre los cuerpos sino también la economía y el espíritu.
En este contexto, es vital destacar la contribución clave de los laboratorios especializados en desarrollo genético agrícola. Tres de los más importantes en este campo son el Laboratorio de Biotecnología Agrícola de la Universidad Nacional de Colombia, el Centro de Investigación en Genómica para la Agricultura (CIGA) y el Instituto de Genética de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Estos laboratorios están desempeñando un papel esencial en la creación de nuevas variedades de cultivos adaptadas a las condiciones cambiantes. Utilizando técnicas avanzadas de modificación genética, están desarrollando cepas resistentes a climas extremos y con características mejoradas en términos de sabor, textura y valor nutricional.
La colaboración entre la investigación genética y la realidad en el terreno, como la presenciada en Nuevo Colón, es fundamental para aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece este nuevo amanecer en la agricultura. Estos laboratorios, con su experiencia y conocimientos, están allanando el camino para que Colombia y otros países de la región se conviertan en líderes en la producción de cultivos frutícolas innovadores y sostenibles.
Colombia tiene una dulce oportunidad para crecer en el mercado frutícola mundial. Es un momento de despertar, de enfocarse en el variado potencial que tiene la tierra y de tomar acción para convertir los desafíos en oportunidades. Con el enfoque correcto, se puede no solo abastecer la necesidad interna, sino también impulsar las exportaciones, crear valor y generar una canasta agroexportadora fuerte y robusta en un mercado en constante crecimiento. Es el tiempo de Colombia en el escenario mundial del frutícola, un tiempo de dulce oportunidad y promesa.